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Luis Miramontes debería ser un nombre muy conocido porque durante décadas su logro científico más significativo ha sido parte de millones de hogares en todo el mundo.
El 15 de octubre de 1951, a la temprana edad de 26 años, Luis Miramontes fue el primero en sintetizar la progestina noretisterona, o progesterona, la hormona usada en una de las primeras píldoras anticonceptivas en Estados Unidos. Ya sea que lo supiera o no en el momento del descubrimiento, Miramontes desempeñó un papel fundamental en la creación de un cambio social que impulsó aún más las demandas de una revolución sexual.
Cuando la revolución comenzó en casa
Nacido durante la Revolución Mexicana, Luis se crió en una familia donde gobernaba el matriarcado. Su tía María era mayor en el ejército de Pancho Villa. Después de la revolución, María se convirtió en una figura esencial en el ejército de maestros que forjó un camino para llevar la educación a las zonas más remotas de México que el gobierno había olvidado, y le recalcó a Luis la importancia de aprender. Inspirado por su tía, Luis optó por centrarse en la educación desde temprana edad, eligiendo un camino en las ciencias. Cuando llegó a la adolescencia, ya estudiaba Ingeniería Química en la Ciudad de México.
Un joven pionero
Como joven investigador, en 1949, Luis fue asignado a proyectos de Syntex como parte de un convenio con la Universidad Nacional Autónoma de México. Syntex era una empresa mexicana que venía produciendo hormonas de bajo costo para tratar enfermedades. La progesterona era una de las principales hormonas que varias empresas querían que se sintetizara en forma de píldora, pero para la mayoría fue una lucha. Varios científicos lo habían intentado y, aunque muchos encajaron las piezas del rompecabezas, faltaba un componente importante.
Luis Miramontes completó la última pieza, descubriendo la necesidad de añadir un triple enlace carbono-carbono a la receta ya existente.
Aunque Miramontes fue quien hizo el descubrimiento, rara vez recibió el crédito que muchos creían que merecía. Como estudiante, ocupaba un lugar bajo en el tótem y su descubrimiento eclipsó el trabajo de los investigadores y científicos que lo habían precedido. Además de eso, muchos creen que su herencia mexicana hizo quedar mal a los científicos no latinos.
A pesar de la falta de notoriedad, Miramontes estaba contento con su legado y escribió que se considera afortunado por sus descubrimientos y la huella que dejó en el mundo.