Crédito: Eduardo Ruiz Mondragón/Ilustración de Nuestro Stories
Aperitivos. Un gran pasatiempo estadounidense.
Es cierto.
Según un estudio del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, los aperitivos “son un alimento básico de la dieta estadounidense, y representan casi una cuarta parte (22%) de la ingesta total de energía entre los adultos”.
De hecho, “más del 90% de los adultos de Estados Unidos reportan comer uno o más aperitivos en un día cualquiera”, muestra el estudio.
Como ávidos picoteadores, el equipo editorial de Nuestro Stories investigó los orígenes de uno de nuestros aperitivos favoritos (mientras picoteábamos, claro): las tortillas fritas o totopos. Esta investigación nos llevó al mejor aperitivo de todos los tiempos: los nachos. … lo que nos lleva a una de las cocinas más sabrosas (que, sin embargo, sigue luchando por conseguir el respeto internacional que merece): Tex Mex.
En esta inmersión profunda en una revolución culinaria, encontramos a una mujer pionera, un emprendedor astuto y dos recetas tradicionales Tex-Mex con un giro oportuno.
La historia de los “totopos”
Resulta que una simple bolsa de Tostitos o de Doritos Nachos tiene una rica historia que se remonta a las antiguas civilizaciones mesoamericanas, de los aztecas y los mayas.
La historia del origen de las tortillas fritas, o “totopos” (como se llaman actualmente en todo México), está estrechamente ligada al cultivo y consumo de maíz (que era un cultivo básico en la región). Las tortillas –consumidas en Mesoamérica durante siglos– se hacían normalmente cociendo masa de maíz plana en una plancha o comal caliente.
En cuanto a los modernos bocadillos triangulares de bolsa que encontramos en las tiendas de comestibles de todo el mundo, fueron inventados por la pionera mexicano-americana Rebecca Webb Carranza.
“Para una fiesta familiar a finales de la década de 1940, Carranza cortó algunas de las tortillas desechadas en triángulos y las frió”, explica Los Angeles Times en un reportaje. “Fueron un éxito entre los familiares y sus totopos pronto se comenzaron a vender a diez centavos la bolsa en su tienda de delicatessen mexicanas y fábrica de la esquina de Jefferson Boulevard y Arlington Avenue, en el suroeste de Los Ángeles”.
Llamó al nuevo aperitivo –los triángulos fritos– “tort chips”, que con el tiempo evolucionó hasta el término “tortilla chips”.
Carranza, que murió a los 98 años, “fue reconocida por la industria de la tortilla como una de las pioneras de la tortilla frita comercial”, según LA Times. “En 1994 y 1995 –los únicos años en que se concedió el premio– Carranza estuvo entre los galardonados con la Tortilla de Oro, creada para honrar a una veintena de innovadores de la industria… “
La innovación de Carranza arrasó en todo el país.
En la década de 1990, “las tortillas se vendían más que los platos tradicionales estadounidenses, como los panecillos para hamburguesas y los panes para hot dogs”, reportó The Washington Times.
¿Y la salsa, compañera favorita de las tortillas? También es un éxito en Estados Unidos. La salsa superó al clásico ketchup estadounidense, según un artículo publicado en el New York Times en 1992. “… el ketchup, durante mucho tiempo el rey de los condimentos estadounidenses, ha sido destronado. El año pasado, la salsa … ganó la corona de los condimentos, superando en ventas al ketchup en 40 millones de dólares en las tiendas”.
Hoy en día, las tortillas se disfrutan en todo el mundo, con una guarnición de salsa o guacamole, por supuesto, o como base natural de cualquier plato de nachos… lo que nos lleva a otro gran inventor: Ignacio “Nacho” Anaya. Se le conoce como el padre del nacho moderno.
Nace un aperitivo internacional a base de tortilla
Se cree que la historia del origen de los nachos tiene sus raíces en México, concretamente en la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, en la década de 1940. La creación de los nachos suele atribuirse a Anaya, un restaurador mexicano.
Según la leyenda popular, la historia es la siguiente: En 1943, un grupo de esposas de militares de Estados Unidos destinados en Fort Duncan, Texas, cruzaron la frontera hacia Piedras Negras para disfrutar de una comida en un restaurante local llamado “Victory Club”.
Cuando llegaron, el restaurante estaba lleno y el cocinero se había marchado. Ignacio Anaya, que trabajaba en el restaurante como encargado, se le ocurrió preparar un aperitivo rápido y sabroso para los hambrientos clientes.
Improvisó friendo tortillas hasta que estuvieran crujientes y cubriéndolas con queso cheddar rallado y rodajas de chile jalapeño. La creación de Anaya fue un éxito entre los clientes estadounidenses, que le preguntaron cómo se llamaba el plato.
Al parecer, Anaya, cuyo apodo era “Nacho”, contestó: “Nacho’s especiales”, refiriéndose a sí mismo en forma posesiva, y el plato pasó a conocerse como “Nacho’s special” o simplemente “nachos”.
“En 1960, con su plato estrella conquistando paladares de todo el mundo, Ignacio Anaya fundó su propio restaurante al que llamó Nacho’s”, según un reportaje sobre el inventor publicado en el Daily Post Mexicano.
Los nachos ganaron popularidad en la región fronteriza y poco a poco se extendieron por Estados Unidos y más allá. Con el tiempo, surgieron variaciones de los nachos, con ingredientes adicionales (perfectos), como guacamole, crema agria, salsa y carne picada, que se convirtieron en adiciones comunes.
Los nachos ocupan legítimamente su lugar junto al chili con carne y las fajitas como plato de la sabrosa revolución culinaria arraigada en Norteamérica: Tex Mex. Pero ¿recibe la cocina Tex-Mex el respeto que merece? Nuestro Stories lo descubre.