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Cuando murió, decenas de miles lloraron a la Reina de la Salsa. Su funeral paralizó a la Ciudad de Nueva York mientras admiradores llorosos que sostenían rosas rojas, sus fotografías y álbumes sobre sus cabezas se alineaban en la Quinta Avenida de Manhattan durante una milla y media para despedirse de la cantante cubana Celia Cruz.
Gritaron su nombre y cantaron sus canciones mientras su ataúd dorado, transportado en un carruaje tirado por caballos con cubierta de vidrio y envuelto en la bandera cubana, viajaba desde una funeraria del Upper East Side. Lo siguió una hilera de limusinas negras sembradas de flores. Cuando comenzó el servicio religioso, la cantante estadounidense Patti LaBelle cantó el Ave María.
Fue una despedida real para nuestra Reina del Caribe.
Cruz, de 78 años, murió a causa de un tumor cerebral en su casa de Fort Lee, Nueva Jersey. Dejó un legado perdurable: actuó durante cinco décadas, grabó más de 70 álbumes (23 de ellos obtuvieron oro) y ganó dos Grammy Latinos y cinco Grammy. También participó en 10 películas.Sus canciones La negra tiene tumbao, Yerberito moderno y Que le den candela están fijadas en nuestra memoria colectiva. Pero la que suena en la cabeza de esta redactora es La vida es un carnaval. Intenta entristecerte escuchando a Celia cantar esa canción.
“Todo aquel que piense que la vida es desigual
Tiene que saber que no es así
Que la vida es una hermosura, hay que vivirla…
Ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es un carnaval
Y es más bello vivir cantando”.
Cruz era una de las cantantes más queridas de Cuba, pero tuvo que huir de la isla después de que Fidel Castro llegó al poder. Se negó a regresar a la isla mientras Castro estuviera en el poder (aunque cantó en Guantánamo, para disgusto de las autoridades cubanas) y se convirtió en ciudadana estadounidense en 1961.
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Celia Cruz era una fuerza a tener en cuenta
Conocida como la “Guarachera de Cuba”, Cruz fue una de las voces más importantes que representó a la isla, cantando son, guaracha, rumba, bolero y salsa.
Nació en La Habana en 1925 y creció en el barrio pobre de Santos Suárez de la capital, un lugar repleto de diversas influencias musicales.
La carrera musical de Cruz comenzó en la década de 1940 cuando ganó el concurso de canto “La hora del té”. Sin embargo, su madre quería que ella participara en otros concursos y siguiera una carrera como cantante; su padre quería que ella fuera maestra, una carrera considerada apropiada para una mujer cubana de esa época.
Se inscribió en el National Teachers' College por un tiempo, pero lo abandonó cuando sus presentaciones en vivo y por radio comenzaron a hacerse notar. Luego, Cruz se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música de La Habana para apaciguar a su padre, pero un maestro allí la convenció de que era lo suficientemente buena para seguir una carrera como cantante de tiempo completo.
Grabó por primera vez en 1948 y en 1950 se convirtió en una estrella como cantante de la célebre orquesta la Sonora Matancera. Su voz, carisma y entrega impulsaron a la orquesta y a la música latina a alturas nunca antes alcanzadas y conquistaron América Latina y Estados Unidos.
Cruz es una de las cantantes latinas más populares del siglo XX, querida en todo el mundo.
Por Susanne Ramírez de Arellano
Susanne Ramírez de Arellano es una escritora y crítica cultural que fue periodista, productora de televisión y directora de noticias. Vive entre San Juan y Nueva York y actualmente está haciendo su primer intento de escribir una novela.