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La llaman la Gran Dama del teatro, el cine y la televisión brasileños. Pero Fernanda Montenegro tuvo que esperar hasta los 69 años (ahora 93) para conseguir una nominación al Premio de la Academia cuando interpretó a una exmaestra de escuela amargada que se convirtió en escritora de cartas para personas analfabetas. Sin embargo, algunos fuera de Brasil todavía no sabían quién era.
Montenegro había actuado en nueve películas, pero Central Station le atrajo la atención internacional. Filmada en portugués con un presupuesto limitado y un estilo semidocumental, su actuación en Central Station como la desdichada Dora fue poderosa.
¿Quién es Fernanda Montenegro?
Montenegro, nacida Arlette Pinheiro Esteves da Silva, creció en una familia de clase obrera, hija de un mecánico de la compañía eléctrica de Río.
Tenía solo 15 años cuando respondió a una convocatoria para una audición para la estación de radio estatal brasileña y fue seleccionada para la formación de locutora de radio. Tomó el apellido de su médico de cabecera como nombre artístico y el resto es historia.
El teatro lo lleva en la sangre. Actuó en obras de Edward Albee, Samuel Beckett, Arthur Miller, Eugene O’Neill y Harold Pinter –entre otros grandes– y del icónico dramaturgo moderno de Brasil, Nelson Rodrigues. Montenegro también ha destacado por las obras de Neil Simon y Noel Coward.
Las representaciones de Montenegro tienen integridad y una interpretación matizada y en capas; ella trae el teatro a cada personaje que interpreta.
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El poder del teatro
A partir de 1959, Montenegro y su esposo, el director y actor Fernando Torres (fallecido en 2008), dirigieron su propia compañía de teatro. Recaudaron dinero de las corporaciones yendo de puerta en puerta, llamando a tantas como pudieron. Representaron producciones de obras de teatro modernas y clásicas y viajaron con ellas por ciudades y pueblos.
“Todo lo que tenemos, nos lo ha dado el teatro”, dijo. “Vivimos en el mundo del teatro, representando obras toda nuestra vida”.
Pero Central Station, estrenada en 1998 y dirigida por Walter Salles, atrajo la atención mundial hacia la increíblemente talentosa Montenegro. En Brasil era tan famosa como Pelé.
La película es la historia de Dora (Montenegro), una exmaestra de escuela amargada y solitaria, que se gana la vida tomando dictados de analfabetos en Río de Janeiro que quieren escribir cartas a sus familias. Ella nunca entrega las cartas y se embolsa el dinero. Es la historia de su relación con uno de sus clientes, un niño de nueve años, que se queda solo cuando su madre muere en un accidente de autobús.
Tiene un perfume de Harold and Maude, y no diré más. La humanidad del retrato de Montenegro: sin maquillaje, con ropas informes y brillando con una amargura que finalmente se convierte en ternura.
En una entrevista, la hija de Montenegro, Fernanda Torres, también actriz, describió a su madre como “feroz, una leona”. Cuando entra en escena, dijo su hija, es “como Mike Tyson listo para arrancarle de un mordisco la oreja a Evander Holyfield”.
“Todos pueden estar exhaustos, pero ella dirá: ‘Hagamos un repaso más'”, dijo Torres.
Hay que verlo para entender la magnificencia de una actriz como Fernanda Montenegro y porqué merece el título de Gran Dama.