Crédito: Nuestro Stories.
El cuadro El trovador del artista mexicano Rufino Tamayo es una de las pinturas latinoamericanas más caras jamás vendidas en una subasta.
Se vendió en 2008 por $7,209,000 después de no haber sido vista por el público durante 40 años y eclipsó el récord anterior de otra artista mexicana, Frida Kahlo, con Raíces, que se vendió por $5,616,000 en mayo de 2006.
La historia detrás de El trovador
Tamayo pintó El trovador en 1945. Es una obra icónica, que combina la imagen de un guitarrista con la brillante paleta de colores y escalas del artista. Es una imagen que muchos de nosotros que crecimos en América Latina o el Caribe podemos reconocer como parte de nuestra cultura.
De herencia zapoteca, Rufino del Carmen Arellanes Tamayo nació en Oaxaca de Juárez, México, una de las regiones más influenciadas por la cultura indígena. Estuvo activo a mediados del siglo XX en México y Nueva York y pintó abstracción figurativa con influencias surrealistas.
Sus pinturas estaban empapadas de colores prehispánicos, incluidos naranjas brillantes, rojos terrosos y azules pastel profundos, al igual que tenían simbolismo y profundas raíces en la cultura mexicana local.
Tamayo, un prolífico grabador, también experimentó con la escultura en bronce y hierro. Vivió en París de 1957 a 1964 y en Nueva York y se radicó en su México natal. El trovador fue pintado en el apogeo de la aclamación de la crítica neoyorquina de Tamayo.
Lee más: Estos tres artistas mexicanos son conocidos como "Los tres grandes" del muralismo
Un grande a su manera
Tamayo detestaba el epíteto de “El cuarto grande” en relación con los tres muralistas mexicanos que dominaban la escena en aquella época: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Insistía en que había una marcada diferencia entre su pintura y la ideología de los “tres grandes”.
Esto lo llevó a distanciarse y autoexiliarse de la comunidad artística políticamente rígida de su país.
“Tuve dificultades con los muralistas, al punto de que me acusaron de traidor a mi país por no seguir su forma de pensar”, dijo Tamayo en un artículo de New York Times cuando tenía 91 años.
“Pero mi único compromiso es la pintura. Eso no significa que no tenga posiciones políticas personales, sino que esas posiciones no se reflejan en mi trabajo: mi trabajo es la pintura”, dijo.
La elección de temas de Tamayo se centró en la relación del hombre con el hombre y del hombre con la naturaleza, temas que dominaron el arte indígena de México durante miles de años.
“Lo que más me interesa”, dijo Tamayo en otra entrevista, “es el hombre y su forma de afrontar los problemas que le rodean. El arte debe pertenecer a su tiempo: no debe preocuparse por los recuerdos, sino por lo que está sucediendo ahora”.
Tamayo creía que el arte era fundamentalmente un mensaje, una forma de comunicarse con el prójimo. Ilustró estos temas magníficamente en El trovador, una obra maestra duradera de un gran artista.
Por Susanne Ramírez de Arellano
Susanne Ramírez de Arellano es una escritora y crítica cultural que fue periodista, productora de televisión y directora de noticias. Vive entre San Juan y Nueva York y actualmente está haciendo su primer intento de escribir una novela.