Imagen cortesía de Nuestro Stories.
Café. ¿Quién puede vivir sin él? Ciertamente nosotros, los latinoamericanos, no. Conocemos mejor el café porque es esencial para nuestra vida diaria.
Una taza te despierta por la mañana y su aroma perfuma la cocina; es imprescindible en las reuniones familiares y cuando los amigos se reúnen para charlar sobre esto o aquello; y es una excelente excusa para primeros encuentros románticos y para llorar con amigos por una ruptura mientras bebes una humeante taza de Supremo Colombiano.
Una cuestión de tradición
Los latinos toman café en cualquier momento, igual que los británicos beben té: se prepara en la mayoría de los hogares de todo el país desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la noche. El café es una parte integral de la cultura hispana y por eso conocemos el buen café. No es de extrañar que el café latinoamericano sea el más consumido del mundo.
Los países de América Latina tienen un entorno de crecimiento ideal: sol y lluvia moderados, temperaturas agradables y suelo rico y poroso. El consumo de café se originó en África alrededor del siglo XV y llegó a América Latina a principios del siglo XVIII a través del Caribe. A mediados del siglo XVIII, los países latinoamericanos se convirtieron en algunos de los principales productores.
Las tres principales regiones en donde se producen los granos son el Caribe, Brasil, que produce casi el 40 % del suministro mundial (y que se diferencia de otras naciones productoras, como Vietnam y Etiopía, porque seca al sol los granos sin lavar) y la Cordillera, un grupo de zonas cafetaleras desde México hasta Perú, América Central y Colombia.
Colombia es el tercer productor mundial, ayudado por un agricultor ficticio que todos conocemos como Juan Valdez.
Un sorbo de café colombiano deja al bebedor con un sabor aromático suave y afrutado.
Las regiones y su café
Las características del café que se toma en Latinoamérica varían según el lugar en donde te encuentres. Por ejemplo, Colombia tiene su tinto (un coloquialismo para negro); Puerto Rico, su puya (bebida sin azúcar y tan fuerte que te devuelve la vida); y Costa Rica, su café chorreado (café hecho con chorreador, filtrado a través de un paño).
En México, está el café de olla especiado (elaborado con café molido mexicano, canela y un azúcar moreno sin refinar llamado piloncillo), mientras que en Brasil está el cafezinho (elaborado con azúcar sin refinar llamada rapadura, el azúcar sin refinar de Brasil), solo por nombrar algunos.
Y está uno de los más representativos, el cortadito cubano: dos partes de espresso cubiertos con cantidades iguales de leche calentada al vapor.
Entonces, como puedes ver, el café no solo es parte de la sangre de nuestra vida, sino que tenemos muchas maneras de beberlo. Nuestra paleta es tan diversa como nosotros. No solo lo producimos, sino que también sabemos disfrutarlo.
El novelista colombiano Gabriel García Márquez fue uno de los bebedores de café más famosos de América Latina. La bebida ocupó un lugar destacado en sus escritos. En su icónica novela Cien años de soledad, el coronel Aureliano Buendía casi muere con un café mezclado con estricnina.
Entonces, ¡bebe y disfruta!
Por Susanne Ramírez de Arellano
Susanne Ramírez de Arellano es una escritora y crítica cultural que fue periodista, productora de televisión y directora de noticias. Vive entre San Juan y Nueva York y actualmente está haciendo su primer intento de escribir una novela.