Crédito: Lorin Granger/Fotógrafo de HLS
Lo que hizo fascinante a Horacio Quiroga, también conocido como el padre del cuento latinoamericano, fue cómo infundió en su obra el profundo sufrimiento que soportó en vida.
Quiroga: escritor, poeta y dramaturgo, nació en Salto, Uruguay, en 1877. Gozó de fama durante su vida; muchos de sus libros fueron muy populares. Influenciado por el género de terror europeo y norteamericano, su especialidad tenía la misma oscuridad de Poe y de las obras de Guy de Maupassant y Rudyard Kipling.
Su vida, plagada de suicidios y muerte, se abrió paso en más de 200 historias durante más de 30 años. El sufrimiento como condición humana fue su lienzo, donde tejió historias de horror, locura y muerte.
Su padre murió cuando Quiroga tenía apenas dos años; se pegó un tiro fortuittamente en un accidente de caza. Después de eso, sin embargo, la vida siguió moderadamente bien. Luego, años después, su madre se volvió a casar con un hombre que amaba al niño.
Pero un derrame cerebral dejó a su padrastro semiparalizado y lo sumió en una profunda depresión. Finalmente, se pegó un tiro delante de un joven Quiroga, lo que perseguiría al escritor durante el resto de su vida.
El Edgar Allan Poe de América Latina
Quiroga se fue a París (con la considerable herencia que le dejó su padrastro) porque quería experimentar cosas nuevas, pero las cosas no salieron según lo planeado. Regresó a casa sin dinero y arruinado.
En 1901 publicó su primer libro Los arrecifes de coral, que contenía poemas y cuentos. Se mostró prometedor, pero no recibió atención nacional. Lo que siguió poco después fue la muerte de dos de sus hermanos, quienes sucumbieron a la fiebre tifoidea. Sin embargo, lo peor estaba por llegar, si puedes creerlo.
Uno de sus amigos más cercanos, Federico Ferrando, le pidió que fuera su padrino en un duelo contra un periodista. Quiroga se ofreció a limpiar el arma que iba a usar Ferrando. Sin embargo, accidentalmente disparó el arma y mató a Ferrando.
Horacio Quiroga estuvo detenido durante cuatro días hasta que las autoridades declararon el suceso como un horrible accidente. Plagado de culpa, se mudó a Buenos Aires para empezar de nuevo.
En 1903, Quiroga realizó una expedición a la selva argentina y quedó tan impresionado que compró un terreno en el norte de Argentina.
En 1906, después del fracaso de su plantación de algodón, compró un terreno más grande en Misiones, en el noreste del país. Se convirtió en su hogar permanente y la selva humeante en un elemento constante de su obra literaria.
Horacio Quiroga continuó enseñando y escribiendo y se enamoró y se casó con una de sus alumnas, Ana María Aires. A ella le dedicó su novela Historia de un amor turbio (1908). Pero la tragedia no se quedó atrás. Aires se suicidó bebiendo veneno en 1915.
Durante todo este tiempo, Quiroga nunca dejó de escribir. Publicó la colección El crimen de otro en 1904 y 1905, la novela corta Los perseguidos (en La Gallina degollada y otros cuentos) y el cuento El almohadón de Plumas en 1907. Es mejor recordado por sus Cuentos de la selva, escrito en 1918.
El final de su vida también fue trágico. Horacio Quiroga bebió cianuro cuando supo que padecía un cáncer incurable. Pero sus historias continuan siendo su legado.
Por Susanne Ramírez de Arellano
Susanne Ramírez de Arellano es una escritora y crítica cultural que fue periodista, productora de televisión y directora de noticias. Vive entre San Juan y Nueva York y actualmente está haciendo su primer intento de escribir una novela.